Por: Carlos Calanche
Delfina Nina, destacada artista visual cusqueña, nos cuenta sobre las narraciones que surgen en sus lienzos, las metáforas de sus pinturas que evocan poemas y relatos visuales que cuestionan al espectador, con una sutil voz o con un frenético reclamo. Sus personajes, en sus pinturas, pueden desvanecerse si uno se acerca con una mirada distraída, pero se acercan a nosotros, si vamos a observarlos sin ningún prejuicio y con un vínculo de aprendizaje. Asimismo, Delfina, nos relata cómo afectó la pandemia en su labor artística y sobre sus proyectos futuros.
Hay tres posibles verbos relacionados al ojo para acercarnos a una obra de arte: primero, ver, que es, básicamente, el ejercicio que realiza el nervio óptico para percibir lo que está expuesto. Segundo, mirar, acción que consiste en prestar atención a la pieza artística que vemos. Por último, el tercero, que es observar, desempeño de examinación de la obra no solo con atención sino con aliento de aprendizaje y de diálogo con ella. En este sentido, los lienzos de Delfina Nina, artista visual cusqueña, parecieran que nos piden ser observados y no solo mirados o vistos. Sus personajes – la mayoría de veces, ella misma-, nos cuestionan por algún momento con un sutil murmuro y, por otro, con una frenética denuncia. Por eso, acercarse con una “mirada y observación distraída” a las obras que nos presenta Delfina, puede ser una trampa que nos lleve a un retruécano en la que se confunden las funciones del espectador y del autor.
Así, cuando observábamos la obra artística de Delfina Nina, nos encontramos con múltiples narraciones. Para contar estas historias Delfina recurre a la constante del autorretrato, que es, por antonomasia, uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Mediante este recurso podemos apreciar el tránsito de Delfina por el principio de polaridad, es decir, cómo ella oscila entre el dolor y el placer, la luz y la oscuridad, el conflicto y la sanación, la protección y el descuido, la enajenación y la identidad, la cotidianeidad y el ritual, entre tantos otros binomios que ejercen en ella una pulsión tanática y una pulsión creadora. Otra razón del predominio del autorretrato y de la presencia de los rostros en su discurso pictórico es la comunicación y la afirmación del otro. Pues, como sostiene el filósofo Martin Buber, en su libro “El camino del hombre”, es por medio de la distancia originaria que el individuo se hace consciente de su yo y de otros. Y es así que, en ese distanciamiento, que partiría en la introspección de uno mismo, para luego indagar en la auto representación y el autoconocimiento que afirma el Tú, puesto que, como bien examina el escritor Fernando de Santiago Rivero Sánchez, “decir tú es decir Yo en relación, es esa reciprocidad de dones que cambia a cada uno”. Y esta dinámica ocurre en las obras de Delfina. Ella misma nos cuenta que: “cuando uno se comunica con su semejante lo primero que uno ve es el rostro porque nos permite identificar, diferenciar, parecer, equiparar el uno del otro, ya sea por sus rasgos, el color de sus ojos, cabello, entre tantas otras características.
Entonces, el rostro es un centro muy importante porque allí se gestan las ideas, los sueños, los deseos de uno y de otros”
Aparecen otros elementos, recursos y temas en las pinturas de Delfina, como son el juguete, los colores flúor, el manejo magistral de la luz, el claroscuro, el relato biográfico, las metáforas visuales, la presencia de la mujer creadora artista, el olvido de muchas mujeres artistas en la historia del arte por parte del discurso heteropatriarcal que, poco a poco, va desvaneciéndose, en tantos otros temas. Y así estos son algunos tópicos que dialogamos con nuestra querida y brillante artista de marras, así como su percepción y trayectoria artística en la siguiente entrevista.
Delfina, ¿qué significa para ti el arte?
El arte es mi cotidiano vivir, el transitar en mi memoria, volver una y otra vez al inicio, es la luz que penetra en la oscuridad. El arte es todo lo que para mí es importante. Es todo lo que contemplo con atención, todo lo que me hace sentir humana e inhumana y, por ende, me permito manifestar todas esas emociones de múltiples formas, ya sea mediante la pintura (por la que más me conocen) y por otras técnicas y formatos.
Me contaste que uno de tus maestros te dijo: “Saca todo lo que tienes adentro, usa metáforas para contar”, para que evoques y profundices en tu relato artístico. Es así que tus obras están tejidas con metáforas visuales que acercan a los espectadores y logras un grado de empatía con ellos, pero otras veces estas metáforas son recursos que utilizas para ocultar y encriptar tu propia narración hacia ellos. Ya decía Leonardo Da Vinci, la pintura es la poesía muda, en este sentido, ¿qué importancia tienen para ti este recurso estilístico y narrativo de las metáforas?
Todos estos elementos que uso como metáfora coexisten conmigo, están allí, no los busco, los encuentro, ya sea porque las personas me confían su historia, o porque un acto, un hecho, llamó mi atención e inmediatamente construyo una imagen mental.
Porque al escucharlos, me escucho, por ende, encuentro mis propios dolores y heridas que no puedo contarlas de forma literal al espectador.
Puesto que el proceso, como la finalización de mis obras, es un acto de sanación. Es transformar el dolor, sanar las heridas. Está claro que partí por el exterior, pues quería que me escuchen, necesitaba la aceptación de los demás, quería que supieran que yo existía porque para mí estaba perdida en la oscuridad de mis pensamientos.
La luz y los colores flúor están presentes en la mayoría de tus obras, ¿qué simboliza para ti este recurso?
La luz trae a mi memoria diferentes recuerdos, por ejemplo, cuando tenía que hacer una visita a los abuelos y ya era de noche, para poder guiarse uno necesitaba la linterna, entonces uno alumbra solo lo que quiere ver.
Porque la pequeña luz que sale de ese aparato no te permitirá ver todo como cuando caminas de día iluminado por el sol. Es más, de noche, afloran los miedos porque los ojos pueden engañarte. Ahora, por otro lado, los colores me recuerdan a las señoritas que pasaban por la carretera y todas vestidas con chompas de colores vibrantes. Y esperaba con ansias tener su edad para yo también vestir así.
El juguete es un elemento que nos entretiene, distrae, enajena, pero también nos da la posibilidad del aprendizaje. No obstante, tú nos das una nueva observación sobre este objeto, ¿podrías contarnos cuál es esa apreciación que tienes sobre este elemento?
Utilicé los juguetes como metáfora de mi cuerpo, es por ello que los derretía o, a veces, los destruía para saber que contenía por dentro y no encontré nada más que solo espacios vacíos y astillas que fueron producto de la ruptura, los cuales no podía reparar. Al ver eso me decía, así estoy por dentro, vacía. Entonces buscaba algo con que llenar y así adentraba en mis recuerdos ya sean estos luminosos u oscuros.
El mural “Comunión” (2018) que fue expuesto en la I bienal de arte del Cusco Interior Expansivo, en la colectiva Magna Peccatrix / Ego Peccatrix (bajo la curaduría del artista Jorge Flores Najar) es una forma de visibilizar la labor de muchas mujeres artistas olvidadas por la historia del arte. Me comentaste que hay más lecturas y relatos de esta obra, ¿podrías contarnos la historia detrás de “Comunión”?
“Comunión” es un mural efímero que realicé en el Museo de Arte Contemporáneo del Cusco, para la exposición colectiva Magna Peccatrix / Ego Peccatrix.
El objetivo de la exposición fue hacer un homenaje a la mujer artista cusqueña, ya que no se hizo ninguna investigación acerca de ello y por ende poco o nada se sabe sobre la existencia de artistas mujeres en el Cusco. Y si pasamos página a los libros de historia del arte antes del siglo XX, no se encuentra nada. Claro, en estos tiempos, los investigadores han fijado su búsqueda en las capacidades intelectuales y creativas de la mujer, ya sea en plano científico, filosófico, político, histórico, entre otras disciplinas.
Es por ello que el mural tenía que ser borrado como una forma de reclamo del porqué la historia se encargó de eliminarlas, haciendo que se desconozca la existencia del arte femenino. Pero debido a que lo que había hecho, no solo era un homenaje ni un reclamo, sino, más bien, una especie de sanación con mi bisabuela. Todo el concepto inicial ha quedado en el texto, pero yo preferí no borrarla porque era borrarme a mí misma, cuando soy yo la que escribirá su propia historia. Así que preferí que esa representación retornará a la oscuridad porque sé que un día volverá a reaparecer en otra latitud.
Así, este trabajo se dio como finalizado al cubrir con pintura negra la imagen que en parte era como un ente que hizo su aparición durante 30 días calendario. En este evento participó Braddy Romero (artista y editor) quien escribió y leyó el poema “Pirineos” de Carlos Wilson (director y realizador de cine), quien hizo el registro audiovisual del culmen del proyecto.
En una generación que crece con los avances tecnológicos, la auto figuración es una constante, en este aspecto, ¿hay alguna relación del Selfie, la fotografía que uno toma de sí mismo, con tus autorretratos como una forma de auto representación?
Sí, en estos tiempos donde la información abunda y las experiencias son menos duraderas, uno retiene ese momento con la captura de una cámara digital o celular, así como también para ubicarse en un espacio, en un punto y, de esa forma, reafirmarse por un instante. Yo también acudo a esas capturas. No obstante, para mí, la auto representación es actuar como observador, intérprete y narrador, teniendo en cuenta cómo, porqué y para qué quiero contar o mostrar esa representación propia. En este aspecto, es un trabajo más estudiado y elucubrado que las imágenes expuestas del selfie. Esto, claro, desde mi perspectiva, porque es un proceso que sigo constantemente para poder expresar y narrar mi propio relato.
¿Cómo afectó la pandemia en tu labor artística?
Se cancelaron varias exposiciones, viajes que tenía previsto. En hora buena, para mi persona, porque ha sido una oportunidad para reflexionar sobre mi objetivo y mi horizonte en la vida. No obstante, el año 2020 tuvo mucha incertidumbre, mucha desesperación. Puesto que uno ya no podía transitar como lo hacía normalmente, las galerías de arte cerraron, los museos, los centros culturales, los parques, etcétera. Las salidas se redujeron a horas, días, por género. Cada día las cifras de fallecidos aumentaban, las despedidas eran a distancia, los abrazos, los saludos en la mejilla se dejaron de lado. Cada rincón de las casas empezó a tener un nuevo uso. En casa estaba la oficina, la escuela, el parque, el restaurant, el bar, entre tantas otras cosas. Asimismo, uno de mis proyectos denominado THUTA, para ser expuesto en el Museo de Santo Domingo de Qorikancha, fue cancelado automáticamente. Esta serie tenía como tema central la muerte. Una muerte que dio apertura para ingresar a mis propios abismos. Sin embargo, a pesar de todas estas adversidades, puedo decir que la pandemia fue una de las mejores épocas de mi vida en el aspecto artístico y humano. Porque aprendí a valorar mi tiempo, el tiempo de pasar con las personas que aprecio. Del mismo modo, entendí que el arte, en toda su dimensión, es realmente fructífero. Actualmente, participo en un programa de artes escénicas KAWSAYPAQ de forma virtual que se abre desde la DDC- Cusco y para mí es maravilloso porque, si bien estoy en una etapa de autoexploración, todo lo que vivencio en ese preciso momento, me ayuda a construir nuevos proyectos que espero concretarlos.
¿Ahora, en qué proyecto estás trabajando?
En “Funeral” que es un manto de 200 cm x 200 cm y que reúne más de 1000 fotografías, bordado con hilos dorados y plateados, en este proyecto necesitare mi presencia física como parte del todo.
¿Podrías dar un consejo a las personas que quieren dedicarse al arte?
¡Qué vivan al máximo!