Se ha llamado al hombre un animal simbólico. Una suerte de araña suspendida en una red de signos y significados que nos permite interactuar entre nosotros y con el mundo en sí mismo, a la cual llamamos cultura. En la historia de la evolución humana los científicos han identificado el tiempo en el que surgen evidencias del pensamiento simbólico, tales como pinturas en cuevas, tallas en marfil, dicho momento es llamado la revolución cognitiva, o el despertar de la humanidad. Sucedió hace aproximadamente 70 mil años. Yuval Noah Harari el historiador israelí explica que la importancia de este evento radica en que la principal ventaja adaptativa del ser humano es precisamente el pensamiento simbólico, el cual permite establecer vínculos sociales a una escala mayor que la de nuestros congéneres los primates, y de cualquiera otra especie en el planeta. Es a partir de la revolución cognitiva que el ser humano se hace la especie dominante en el mundo, tal es el poder de los símbolos.
A partir de ellos es posible la generación de cohesión social, para formar grupos, sean clanes familiares, aldeas, ciudades o imperios. En el ser humano todo está provisto de una carga simbólica, la ropa y los adornos corporales son talvez los primeros objetos que se han usado como soporte para expresar ideas complejas. Cada pueblo tiene su propia vestimenta típica. La ropa, y los adornos personales sirven en para establecer la pertenencia a un grupo o pueblo específico. Recordemos la historia de Moisés, el bebé judío abandonado en el río Nilo y adoptado por la familia del faraón, su secreto es descubierto años más tarde por la ropa que le acompaña de bebé, una manta típica del pueblo judío.
Durante el Tahuantinsuyo mandaron los incas que las personas conservaran sus trajes y atuendos propios, para que así fuese fácil identificar a cada quien en las grandes concentraciones masivas que se realizaban sobre todo en los momentos de fiesta y ceremonia. El cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, en la Nueva Corónica del Perú y Buen Gobierno ilustra los diferentes tipos de vestimenta que hubo según las cuatro regiones del imperio. Esta costumbre de origen incaico se mantuvo durante la colonia, y hasta hoy en día cada pueblo tiene sus propios trajes típicos y elementos de la vestimenta que resaltan por su originalidad, como los mantos o lliqllas. En los pueblos andinos pueden ser similares las faldas y los mantones en el caso de las mujeres, pero el diseño de sus adornos varía, sucede lo mismo con las fajas o ch´umpis la prenda es la misam, pero cambian los pallay o diseños geométricos a través de los cuales se expresa la pertenencia al pueblo.
Pero, si bien se conservan y se mantienen atuendos propios, no es menos cierto que los diferentes procesos de mestizaje, sincretismo cultural y aculturación que se producen en el país han hecho que el uso de estos atuendos disminuya y casi se reduzca a espacios rurales alejados. En las ciudades en cambio se ha adoptado un estilo de vestir occidentalizado. Un hecho curioso es que sean las mujeres quienes más conservan los atuendos típicos, si nos fijamos en nuestra región, conocemos muy bien el traje de las mujeres de cada sitio, si es de Tinta, si de Pisac, o Chumbivilcas, o de provincias altas, los varones en cambio adoptan con mayor rapidez la ropa de estilo urbano o mestizo. No es algo casual, y se debe a que la ropa es como dijimos un marcador étnico, señala la filiación cultural que se tiene, en una sociedad altamente estratificada y jerarquizada como la nuestra, marca también el estatus social que uno tiene.
Cabe señalar que una de las prendas más cargadas de este simbolismo es el sombrero. Desde los orígenes mismos de la humanidad los adornos corporales para ser usados en la cabeza y alrededor de la cabeza han sido importantes. En la zona andina cada región o pueblo tiene un sombrero típico, cada cual resultado de una larga historia, materiales y formas se han combinado, desde los sombreros de paja, a los de fieltro, cada uno refleja al pueblo al que se pertenece. Se trata de diferencias geográficas, pero el común denominador es el mensaje de que hay un vínculo mayor con la tierra, con la localidad, con una historia regional, y así con la población originaria, que con la cultura occidental y lo criollo. Podemos ahora señalar que el sombrero es en nuestro país el marcador étnico por excelencia. Se impone como insignia de pertenencia a un pueblo por sobre otras prendas.
Durante el proceso de independencia, los revolucionarios independentistas, inspirados en la revolución francesa, escogieron un tipo de sombrero como símbolo de los grandes ideales por los que luchaban, la libertad, la igualdad y la fraternidad fueron plasmados en el gorro frigio (ver figura 1). Fue un malentendido en principio; los revolucionarios durante la Independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa confundieron el gorro frigio con el gorro píleo, símbolo de la liberación de los esclavos en la época romana. Así el gorro frigio fue adoptado como símbolo de la libertad, en la historia clásica los asesinos de Julio César mostraron al pueblo un gorro píleo en la punta de un palo para decir que liberaban a Roma de un tirano. El nuevo estado peruano usó la imagen como símbolo del a libertad obtenida en las primeras monedas acuñadas al separarse del yugo español, junto a la divisa: “Firme y feliz por la unión” (Ver figura 2).
Pero para los sectores de poder, las nuevas élites criollas significó algo más importante, el vinculo del nuevo país con occidente por sobre con las raíces históricas y milenarias de la población mayoritaria. La alegoría de la libertad se asocia a la de patria, y es una figura griega, occidental, símbolo de las culturas clásicas, la que se elige como imagen del proyecto de nación que empieza en la etapa republicana, según el nacionalismo criollo que se impone como discurso hegemónico.
Tras doscientos años de vida republicana la promesa de unidad no se ha llevado a cabo, y somos una sociedad racista y discriminadora, que valora lo occidental en desmedro de tradiciones culturales originarias. Por ello, es muy significativo que el presidente de la republica Pedro Castillo use el sombrero de su tierra natal, un típico sombrero tejido en paja, de la provincia de chota en Cajamarca. Se trata de un acto simbólico muy potente, que es una reivindicación política más allá de las discusiones ancladas en las diferencias ideológicas de izquierdas y derechas. Es una reivindicación étnica, un enunciado de la participación política y la inclusión como ciudadanos de un conjunto muy amplio de la población peruana, que reconoce su filiación histórica y cultural con las antiguas naciones de los andes y la amazonia, que se identifica con sus luchas y postergaciones históricas de raigambre colonial. Ello se hizo evidente durante la segunda vuelta de los comicios electorales, una caricatura del conocido historietista Carlín se hizo viral, retrata el enfrentamiento del profesor Castillo con los sectores de poder a través de una ilustración de Guamán Poma (Ver figura 3). En la imagen el sombrero resalta precisamente como símbolo de esa diferencia cultural a la cual se alude en la imagen de Guaman Poma, que muestra un enfrentamiento entre los españoles invasores y la población local durante la conquista.
Un meme que se hizo viral estos días resume esta nueva historia que empieza con el gobierno de Pedro Castillo (ver figura 4). Se trata de una intervención al famoso cuadro de Juan Lepiani, donde se ve al libertador don José de San Martín en un palco frente a la multitud en la plaza de armas de Lima. La imagen la conocemos de los textos escolares, pero esta vez algo cambia, no es un extranjero o criollo quien preside la ceremonia, sino el sombrero de chota, y en él todas las esperanzas de un pueblo históricamente postergado.